domingo, 25 de abril de 2010

RECUERDOS DEUSTUANOS PARTE I / CARLOS ORELLANA


El Deustua estaba situado en el jirón General Varela, a tres cuadras de la avenida Arica y en una de las zonas más tradicionales del tradicional distrito de Breña. Por entonces la educación, primaria y secundaría, se impartía por separado a estudiantes de sexos distintos. El local para el estudiantado femenino estaba localizado no lejos de General Varela, a unas seis o siete cuadras de allí, en el también bastante conocido jirón Recuay. Recorríamos los muchachos este corto trecho algunas veces a la semana a eso de las diez de la mañana para encaramarnos a los relativamente poco altos muros del patio de ese plantel y observar las clases de educación física de las chicas, oportunidad única para contemplar piernas y ejercicios que estimulaban nuestra imaginación adolescente.
¿Cómo era posible que estudiantes pudieran salir a las diez de la mañana, hora central, del dictado de clases, a la calle y, más aún, lanzarse a la aventura del voyeurismo sin nada que se los impidiera? La respuesta era sencilla: En un colegio particular de categoría “B” como el Alejandro Deustua de entonces, cualquier cosa podía ocurrir. El portero, Isidro, provinciano, motoso, pero ya suficientemente acriollado, franqueaba la salida sin necesidad de coima: por simple, graciosa y gratuita complicidad. Se llevaba excelentemente con los alumnos, no solo porque regentaba el único kiosko del colegio, sino porque jugaba fútbol los sábados con los chicos de cuarto y quinto. Lo que hoy llamamos relajo era total. El director, un hombre de baja estatura, símpático y comprensivo, químico de profesión, de conocida filiación aprista era casi un empleado fantasma. Las malas lenguas decían que cuando estaba ausente -casi siempre- se encontraba jugando su deporte favorito, el billar.
Completaba la fauna de arriba, un profesorado donde existían pocos profesores dignos de ese nombre.Entre los respetables estaba el buen Pedro León Atoche, flaquísimo, algo achorado como diríamos hoy, con lentes de culo de botella, insigne matemático y, soterradamente, hombre de izquierda. Estaba también el antipático Cauti, oriundo probablemente de la Sierra Norte - aprista hasta el tuétano, pero culto, hombre de buena expresión y a quien se veía portando libros como “Vidas Paralelas”, de Plutarco. Cauti era de los profesores, que a pesar de su baja estatura tenía autoridad; esa autoridad provenía de su cara de mierda, y de unos anteojos que le daban un aire intelectual. No se hacía muchos problemas con la chacota, o ruidos molestos e interrupción de los estudiantes con él evidente ánimo de joder por joder. Dejaba de dictar su clase y como respuesta se lanzaba un rollo con terminajos que casi nadie entendía, pero que se suponía eran agravios; así bajaba la moral a los estudiantes. Su breve alocución era despectiva hasta en los gestos. Utilizaba un término que durante décadas he buscado en cuanto diccionario ha caído en mis manos, sin resultado alguno: “pajizo”. Cauti solía detener la explicación de un pasaje de la historia republicana del Perú, para lanzar su acostumbrada catilinaria contra los que “metían vicio”; terminaba todas las demoledoras parrafadas con una frase, “ah,que pretenden esos elementos pajizos”. “Pajizos” sonaba a algo así como ignorantes, degradados, desechables, parias. Sonaba tan ofensivo que los muchachos, que eran unos cínicos redomados, festejaban el terminajo, luego de acusar recibo de su poderosa, cuanto críptica carga denigrante.
Imposible olvidarse de los auxiliares. Eran tres. A uno, hombre ya maduro, calvo, tranquilo y medio tontón lo apodaban “Rápido Flash”. El mote se debía a sus repentinos arranques de ira cuando le colmaban la paciencia. “Rápido Flash” solía ser permisivo en extremo, considerado, buena gente, pero esto no hacía otra cosa que promover el abuso de confianza y la desfachatez entre los forajas. Y entonces el “hombre quieto” se transformaba en una bestia; se despojaba de un cinturón de grueso cuero y arremetía contra los muchachos al grito de “Dios es Cristo”. No había quien lo pare y muchas orejas, lomos, piernas inocentes y culpables, terminaban magulladas. Santo remedio.

5 comentarios:

  1. No hay que dejar de mencionar al instructor de Pre Militar y padre de nuestro amigo Cajon, el Sr. Armando de la Cruz, tambien conocido como Chiricuto.

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  2. Tambien hay que acordarse del buen Tio Vega que paso mucho tiempo encargado de la disciplina del colegio. tenia una vara con la que metia palo a diestra y siniestra, pero era mas bueno que el pan.

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  3. No olvidar a flash, a menestron ,Funebre y a bolita.

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  4. Yeren, flash se apellidaba Garcia, cuando se enojaba no creia en nadie, se ACHORABA FEO, Por favor hazme recordar a BOLITA que lo confundo con el profesor de musica, que una oportunidad lo hicimos llorar de tanta JODA, a el te refieres?

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  5. De los Hnos. Flores... Uno enseñaba Anatomía, fisiología e Higiene, y el otro Matemáticas y Álgebra. El Tio Cebu... Instructor de IPM. El profe de Inglés, no recuerdo su nombre.

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